2E11 Preparamos la SEMANA SANTA

16.03.2023

    Nosotros no siempre vemos todo… muchas veces (la mayoría) vemos "las apariencias",
lo superficial, lo que no es tan importante.
   
Muchas veces somos como ciegos o míopes porque no queremos caer en la cuenta de la realidad, de lo que acontece a nuestro alrededor… No ver es un modo de desentenderse, desligarse de las propias responsabilidades.
 
 Lo que más nos cuesta ver es, quizás, nuestro propio ser, con sus límites y debilidades…porque no hay responsabilidad más grande e importante que la de construir nuestra vida, nuestro destino feliz.

El relato simboliza el proceso "catecumenal" (iniciación cristiana) que lleva al hombre de las tinieblas a la luz; de la opresión a la libertad; de no ser nada a ser hombre pleno.
  Jesús no consulta al ciego de nacimiento, que no sabe lo que es la luz ni puede desearla. Pero no suprime su libertad; le ofrece la oportunidad, la decisión queda en sus manos. Tendrá que ir a lavarse a la piscina, para llegar a ser él mismo. 
 Al mezclar la tierra con su saliva está simbolizando la creación del hombre nuevo, compuesto por la tierra-carne y la saliva-Espíritu. De ahí la frase que sigue: "Le untó su barro en los ojos". 
   El barro, modelado con el Espíritu, es el proyecto de Dios realizado ya en Jesús, y con posibilidad de realizarse en todos los seres humanos.

El ciego es ahora un "ungido", como Jesús. El hombre carnal ha sido transformado por el Espíritu. El ciego opta libremente por la luz. 
 Sigue el camino que Jesús le marca y llega al sitio indicado. Él, que era sólo carne, encontró el Espíritu.  Ahora descubre lo que significa ser hombre y se siente completamente realizado.
  El mundo ha dado para él un cambio radical. Su vida está ahora llena de sentido. Pierde todo miedo y comienza a ser él mismo, no sólo en su interior sino ante los demás.
 
 Ha experimentado el amor gratuito y liberador. Él sabe ahora lo que es ser un hombre entero y gracias a eso, sabe también lo que es Dios. 

 Él ahora ve, los maestros están ciegos. En Jesús que le dio la vista, está presente Dios.

  El ciego, expulsado de las instituciones judías, encuentra el verdadero santuario, Jesús,
donde se rinde el culto en espíritu y verdad anunciado a la Samaritana.
   Este culto no se puede dar a Dios más que en el hombre, porque consiste en la práctica del amor.

Y nosotros. . . ¿Vivimos como hijos de la luz? ¿Permitimos que Jesús nos cure la "ceguera"? ¿o estamos seguros de ver la luz sin modificar nada? 
 ¿Con qué mirada miramos a los demás? Yo mismo, ¿soy LUZ para mis hermanos? En qué lo reconocen?
 ¿Creo en el Hijo de Hombre? Creer en Jesús es creer en el Hombre. Él es el hombre pleno según el designio de Dios. Alcanzó esa plenitud dejando que el Espíritu lo invadiera. Jesús es, a la vez, la manifestación de Dios y el modelo de hombre. En su humanidad, se ha hecho presente lo divino. La "carne" ha llegado a su grado máximo de transformación. El Espíritu asumió y elevó la materia hasta transformarla en Espíritu.
 Mi meta es también dejarme transformar en Espíritu. Para ello hay que nacer de nuevo. Tengo que morir a todo lo que en mí hay de "terreno". Y dejar que se despliegue en mí lo que hay de "divino".


1. Escuchemos Mt 21 1-11

El domingo de Ramos la iglesia universal recuerda la entrada del Señor en Jerusalén, para consumar la entrega de su vida por amor a su pueblo.