27/12 SAN JUAN APÓSTOL Y EVANGELISTA

26.12.2022

   "El Evangelio de Juan" fue uno de los últimos escritos del Nuevo Testamento, ya que se redactó al final del siglo primero. El autor insiste en destacar los "signos" o "hechos extraordinarios y simbólicos" que Jesús realizó (Jn 2, 11; 20, 30) siempre realizados en beneficio de quienes necesitaban ayuda en sus carencias humanas, de tal forma que así es como Jesús enseña que se propaga, se difunde y se contagia la fe. (Jn 20, 31).
   Estos "signos" fueron: convertir el agua de las purificaciones rituales en vino de fiesta (Jn 2, 1-12); curar al hijo de un funcionario romano (Jn 4, 4); devolver la salud a un paralítico (Jn 5); dar de comer a miles de pobres (Jn 6); abrir los ojos a un ciego de nacimiento (Jn 9); devolver la vida a Lázaro, el amigo difunto (Jn 11).
    En todos estos "signos'', Jesús antepone el bien "humano" de las personas a la observancia "religiosa" que imponían los dirigentes judíos. Por eso, el IV evangelio es el que más destaca los incesantes conflictos, que tuvo y mantuvo Jesús con la religión, con el Templo, con los sumos sacerdotes, con los rituales y tradiciones que imponía aquel sistema religioso-político.
   Y esto fue lo que provocó una situación límite, que terminó en la condena a muerte (Jn 11,46-53). Y en la insistente intervención de los sumos sacerdotes para que Jesús fuera ejecutado en una cruz.
   Ya, desde la Navidad, la liturgia y el Evangelio presentan, con toda fuerza y con toda claridad, que el "proyecto de Jesús" y la observancia de "normas y rituales religiosos" son incompatibles.
   Jesús vio que el "proyecto de la fe" no es el "proyecto de la observancia religiosa", sino el "proyecto de la plenitud humana".